Investigar sobre reducción de daños del tabaco a pesar de los vientos en contra

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Mi trabajo pionero en reducción de daños no habría sido posible sin el respaldo de dos universidades que confiaron en la validez de mi investigación y en la legitimidad de aceptar fondos de fuentes controvertidas. La academia en EE. UU. es una olla de presión para quienes deben buscar fondos externos.

Sensible Medicine es un sitio web “que presenta las voces de médicos, científicos y pensadores destacados. Su objetivo es ofrecer una gama de ideas y opiniones sobre todo lo relacionado con la biomedicina”. 

Recientemente, tuve el honor de que los editores publicaran mi artículo “Seis mitos urbanos sobre la nicotina sin humo”. La publicación generó varios comentarios corteses e inteligentes, incluyendo una pregunta sobre mi financiamiento:

… la transparencia sobre el financiamiento es importante. Una búsqueda rápida sugiere que su investigación ha recibido apoyo de empresas de tabaco y nicotina. Aunque eso no necesariamente invalida sus conclusiones, algunos podrían verlo como una fuente de sesgo. Claro, puede que me equivoque, pero tengo curiosidad… ¿Deberían los investigadores con vínculos con la industria ser más claros? ¿Y cómo nos aseguramos de que no se descarte una buena investigación solo por su fuente de financiamiento? Me encantaría conocer su opinión”.

Mi respuesta:

“He realizado y publicado investigaciones sobre reducción de daños del tabaco desde 1994 y mi financiamiento ha sido de dominio público durante todo ese tiempo. De 1999 a 2018, mi trabajo fue financiado mediante subvenciones sin restricciones otorgadas a la Universidad de Alabama en Birmingham (UAB, 1999-2005) y a la Universidad de Louisville (UofL, 2005-2018), siempre con reconocimiento público. Actualmente, declaro no tener conflictos de interés, ya que llevo seis años sin financiamiento de la industria, un período más largo que el exigido por las políticas de COI (conflicto de interés) de revistas profesionales y organismos relevantes. No tengo conflictos personales ni profesionales”.

El financiamiento universitario ha sido tema candente en la prensa nacional tras una propuesta del gobierno de Trump para reducir al 15% los pagos por costos indirectos en proyectos de investigación. No entraré en esa polémica, pero sí explicaré algunos hechos básicos sobre la vida académica en una facultad de medicina de investigación.

A los docentes de medicina se les exige contribuir a la misión universitaria: enseñanza, servicio e investigación. Sus salarios se asignan en proporción al tiempo que dedican a cada una. Aunque la enseñanza supuestamente se paga con matrículas o fondos estatales, tiene poca prioridad porque no genera ingresos; el servicio y la investigación sí lo hacen. El prestigio y salario del profesorado dependen de cuánto financiamiento externo consigan.

“Alegaron que informar a los fumadores sobre formas más seguras de consumir nicotina era antiético”.

Comencé en UAB en 1979 como becario en oncología y en 1981 ya era profesor asistente en el departamento de patología. Tenía una carga docente pesada: cientos de horas al año con estudiantes de odontología, higiene dental y residentes médicos. El 50% de mi salario lo cubría la universidad para enseñanza; yo debía cubrir el otro 50%. Un cuarto de mi tiempo lo dedicaba al servicio clínico, atendiendo pacientes y examinando unas 2.000 muestras al año, generando ingresos modestos. El 25% restante era para investigación, y ahí es donde tuve dificultades. Nunca obtuve una codiciada beca R01 de los NIH como investigador principal. Sobrevivía con pequeños aportes como coinvestigador en proyectos de otros colegas y realizaba mi investigación en mi tiempo libre.

Mi primer estudio sobre reducción de daños, hecho sin apoyo financiero, fue publicado en Nature en 1994. Junto al epidemiólogo Philip Cole, descubrimos que la pérdida promedio de esperanza de vida por uso de tabaco sin humo era de 15 días, en comparación con ocho años para fumadores. Un colega comentó: “¡Publicar en Nature puede hacer una carrera!”, y tenía razón. La publicación hizo mi carrera… miserable.

Nuestro hallazgo, contraintuitivo, iba contra la visión dominante que asociaba el tabaco sin humo con cáncer oral y muerte. Una aparición en Good Morning America fue seguida rápidamente por la condena del Instituto Nacional del Cáncer (NCI), el principal financiador en Estados Unidos. Alegaron que informar a los fumadores sobre formas más seguras de consumir nicotina era “antiético” y nos denunciaron, tanto a mí como a la UAB, ante una oficina federal. Fue una acusación existencial que se probó infundada, pero me costó tres años de intenso escrutinio.

Tras restablecer mi reputación entendí que mi investigación no sería financiada jamás por los NIH. Con apoyo mínimo de la universidad, seguí publicando hasta que, en 1998, mi jefe me dio un ultimátum: aunque apoyaba mi trabajo, sin fondos externos mi carrera se vería afectada.

Estaba ante una disyuntiva: obtener financiamiento externo y continuar o abandonar el campo. Tras debatirlo con el Dr. Cole, opté por lo primero.

En 1999, U.S. Tobacco Company firmó un acuerdo con UAB para apoyar mi investigación durante cinco años. Los fondos eran una “donación sin restricciones”, lo que significa que UST no tenía control sobre los resultados. Con ello, asigné el 50% de mi salario a investigación en reducción de daños del tabaco (RDT), disminuí mi carga docente y realicé una estancia de investigación en Suecia en 2002, de la que surgieron estudios sobre los productos snus de Swedish Match, principal competidor de UST, que posicionaron a Suecia como modelo de RDT.

En 2005, me retiré del sistema de Alabama y me mudé a la Universidad de Louisville. Allí, el director del Centro Oncológico Brown, el Dr. Donald Miller —defensor de la RDT— replicó el modelo de apoyo de UAB. De 2005 a 2018, mi investigación fue financiada por la industria a través de subvenciones a UofL. Tuve la fortuna de contar con respaldo constante hasta 2018, cuando finalizó el último financiamiento sin restricciones de fabricantes de tabaco.

Mi trabajo pionero en reducción de daños no habría sido posible sin el respaldo de dos universidades que confiaron en la validez de mi investigación y en la legitimidad de aceptar fondos de fuentes controvertidas.

La academia en EE. UU. es una olla de presión para quienes deben buscar fondos externos. Excluyendo pequeñas ayudas de farmacéuticas, el único gran actor es el NIH. Cuando este te considera persona no grata, la amenaza es existencial. Yo tomé la única alternativa: producir y publicar lo más posible, usando donaciones sin restricciones administradas por mis empleadores universitarios.


Este artículo fue traducido y adaptado al español por el equipo de Vaping Today. Publicación original: Conducting Tobacco Harm Reduction Research Despite Constant Headwinds. Si encuentra algún error, inconsistencia o tiene información que pueda complementar el texto, comuníquese utilizando el formulario de contacto o por correo electrónico a redaccion@thevapingtoday.com.

Dr. Brad Rodu
Dr. Brad Roduhttp://www.smokersonly.org/
El Dr. Brad Rodu es profesor de medicina y miembro del Centro de Cáncer James Graham Brown de la Universidad de Louisville. Hace casi 30 años está involucrado en la investigación y el desarrollo de políticas relacionadas con la reducción del daño del tabaco (THR). Sus investigaciones han aparecido en las principales revistas médicas y científicas del mundo, y es autor del libro 'For Smokers Only: How Smokeless Tobacco Can Save Your Life'.

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