Metaanálisis sobre cigarrillos electrónicos publicado en el New England Journal of Medicine desata críticas por errores metodológicos, conclusiones infundadas y un uso cuestionable de datos: más que esclarecer, el estudio alimenta la confusión sobre los riesgos reales del vapeo.
La comunidad científica editorial tiene una fascinación desmedida por los metaanálisis. Estos aplican técnicas estadísticas para combinar resultados de múltiples estudios con el objetivo de producir estimaciones más precisas sobre efectos específicos.
Una búsqueda en Medline revela casi 215.000 metaanálisis en la literatura médica, con un 75 % publicados desde 2015. De los 9.488 estudios sobre cigarrillos electrónicos en Medline, 104 son metaanálisis.
He escrito sobre el tsunami de estudios deficientes sobre cigarrillos electrónicos y vapeo, financiados en gran parte por los Institutos Nacionales de Salud (NIH). Mi colega y yo hemos dedicado años a documentar los errores —y en muchos casos, el fraude abierto— en estos estudios. Lamentablemente, ahora vemos una oleada de metaanálisis que amplifican los resultados distorsionados de investigaciones anteriores, sembrando aún más confusión en lugar de claridad.
Uno de estos metaanálisis es obra del profesor retirado Stanton Glantz y sus colegas, publicado en una revista derivada, New England Journal of Medicine – Evidence. El artículo incluye 181 referencias (107 utilizadas para los cálculos de riesgo), abarca 18 páginas y tiene un apéndice suplementario de 117 páginas.
La conclusión principal afirma: “…las probabilidades de enfermedad entre el uso actual de cigarrillos electrónicos y cigarrillos convencionales fueron similares… Se necesita reevaluar la suposición de que el uso de cigarrillos electrónicos reduce sustancialmente el daño en todas las enfermedades causadas por el tabaco”.
En resumen: “Cigarrillos electrónicos = cigarrillos = mortales = sin reducción de daño”.
Tras la publicación, surgieron varias objeciones en cartas al editor (disponibles en el sitio web de la revista), que incluían: el bajo número de usuarios de cigarrillos electrónicos y la corta duración de la exposición, la ausencia de evaluación dosis-respuesta y dos fallos metodológicos graves relacionados con la evaluación del sesgo y la certeza de la evidencia.
Mi colega Nantaporn Plurphanswat y yo teníamos más inquietudes. Pasamos varios meses diseccionando el metaanálisis, con ayuda del profesor Jordan Rodu, experto en estadística de la Universidad de Virginia.
Nuestros resultados acaban de publicarse. En el resumen identificamos tres deficiencias principales, todas evitables:
(1) Mezclar desenlaces de enfermedad injustificados e incomprensibles;
(2) Usar bases de datos de encuestas sin información temporal sobre el inicio del tabaquismo o vapeo ni sobre el diagnóstico de enfermedades;
(3) Usar estudios longitudinales que no controlaban los cambios en el hábito de fumar o vapear durante el seguimiento.
Veamos estas fallas más de cerca.
Nos centramos en los resultados del metaanálisis de Glantz sobre cigarrillos electrónicos y enfermedad cardiovascular (ECV), accidente cerebrovascular (ACV) y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) porque son afecciones graves y muchas veces mortales.
Al examinar los resultados sobre ECV, nos sorprendió descubrir que Glantz incluyó la disfunción eréctil. Puede que esté asociada al tabaquismo y sea un problema médico, pero no hay ninguna justificación científica para incluirla aquí, salvo que aportaba el mayor y más significativo riesgo estimado dentro de la categoría de ECV.
Los autores cometieron un error similar con la EPOC: incluyeron un estudio sobre influenza, sin relación alguna.
Los diagnósticos médicos no son sugerencias clasificables al azar. Están estructurados por la Organización Mundial de la Salud en la Clasificación Internacional de Enfermedades, y deben utilizarse con rigor.
También demostramos que Glantz y sus colegas basaron sus resultados en numerosos estudios de corte transversal como la National Health Interview Survey (NHIS) y el Behavioral Risk Factor Surveillance System (BRFSS).
Ya habíamos demostrado en investigaciones previas que estas encuestas no incluyen información sobre la edad de inicio del uso de cigarrillos electrónicos o tradicionales, ni sobre la edad del diagnóstico de enfermedades. Ninguno de esos estudios debió haberse incluido.
Algunos resultados del equipo de Glantz provienen de estudios longitudinales, principalmente de la encuesta PATH (Population Assessment of Tobacco and Health) de la FDA, lo cual es adecuado. Sin embargo, el único estudio de este tipo que mostró una asociación positiva entre cigarrillos electrónicos y EPOC fue el de Xie et al. Lo analizamos de nuevo por completo y demostramos que los resultados estaban prácticamente todos confundidos por el tabaquismo.
En resumen, demostramos que el metaanálisis de Glantz “no cumple un criterio básico, descrito por Egger et al como ‘basura entra – basura sale’: la calidad de los estudios incluidos es crucial; si el ‘material bruto’ es defectuoso, los hallazgos del análisis también estarán comprometidos”.
Nuestro estudio concluye: “los resultados del metaanálisis de Glantz et al. son inválidos”.
Este artículo fue traducido y adaptado al español por el equipo de Vaping Today. Publicación original: New England Journal of Medicine E-Cigarette Meta-Analysis is a Mega-Disaster. Si encuentra algún error, inconsistencia o tiene información que pueda complementar el texto, comuníquese utilizando el formulario de contacto o por correo electrónico a redaccion@thevapingtoday.com.