Sí, los cigarrillos electrónicos no son seguros en Brasil. Pero la causa de esto es, precisamente, la falta de regulación.
En el Reino Unido los dispositivos de electrónicos de consumo de nicotina están disponibles incluso en hospitales públicos; en Nueva Zelanda los promueve el Ministerio de Salud. El Parlamento Europeo los aprobó recientemente como un instrumento de la lucha contra el cáncer. Y en todos estos lugares se puede considerar que el vapeo es seguro porque está adecuadamente regulado y supervisado.
Por el contrario, al cerrar los ojos y cruzar los brazos, fingiendo que con la prohibición dejarán de existir y circular los cigarrillos electrónicos en los mercados ilícitos, la Agencia de Salud Brasileña (Anvisa) hace que un producto disruptivo que ha ayudado a millones de fumadores adultos en todo el mundo a dejar el tabaco sean inseguros, de acceso poco controlado y sin restricciones para los menores.
Oportunidad perdida
Brasil está perdiendo una oportunidad histórica en el control del tabaquismo al mantener por más de una década la prohibición de los cigarrillos electrónicos.
El avance del control del tabaco en el país es innegable, especialmente entre las décadas de 1980 y 2000. Con un cierto pionerismo, los números alcanzados, la legislación aprobada, Brasil tiene mucho de qué enorgullecerse en términos de reducción de los índices de tabaquismo. Pero, según la propia OMS, queda mucho por hacer si las tasas siguen estando por encima del 5%.
Y tal vez los cigarrillos electrónicos y otros productos para el consumo de nicotina sin tabaco, sin humo o sin combustión podrían ser los elementos que faltaban para alcanzar las marcas históricas que llenarían de orgullo a las entidades de salud brasileñas. Si estos productos de reducción de daños estuvieran bien regulados en el país, podrían evitar que muchos fumadores se enfermaran; salvaría vidas.
Sin embargo, muchas de estas organizaciones públicas (y privadas) que abogan por el mantenimiento de la prohibición siguen perjudicando a la población al difundir conceptos e ideas descontextualizadas, fragmentadas y tergiversadas –o vergonzosamente mentirosas– con una clara intención de imposición ideológica del imperativo de la abstinencia, del irrealista ideal de la salud perfecta, fomentando un cierto pánico moral, promoviendo como únicas opciones dejar el cigarrillo por fuerza de voluntad o sumisión a los productos de la industria farmacéutica. La otra opción es fumar hasta enfermar y morir.
La responsabilidad de las entidades de salud
De los organismos públicos en el ámbito de la salud esperamos siempre el apego al rigor científico, a los buenos procesos, al compromiso con la comunidad, con las personas. Por eso es especialmente preocupante la desinformación y la falta de educación por parte de los organismos de salud, especialmente los gubernamentales.
A lo largo de los años, desde la prohibición de los cigarrillos electrónicos en el país en 2009, hemos visto cómo los órganos responsables no logran promover una discusión madura, sino una siempre inclinada hacia el prohibicionismo, bajo una mentalidad mezquina.
¿No es acaso la función de un organismo público atraer y escuchar a expertos, visualizar escenarios, experiencias, promover el debate e incluso crear campañas educativas informando, por ejemplo, qué es realmente vapear, cuáles son sus riesgos y beneficios, para qué público está destinado?
“A nosotros consumidores, legos, sin conocimientos científicos, lo que nos queda es nuestra experiencia de haber dejado de fumar con estos productos y de haber percibido en nuestro propio cuerpo los diversos beneficios para la salud. También tenemos la opción de creer en la ciencia, de contrastar los argumentos contrarios y optar por los más razonables, los que parezcan más cercanos a la realidad”.
Las autoridades brasileñas podrían aprender de las prácticas foránea que llevan a avances en la lucha contra el tabaquismo e inspirarse en sus pares, como los ministerios e instituciones de salud de Nueva Zelanda, Francia, Reino Unido. O, mínimamente, hacer tomar de manera crítica y reflexiva las experiencias y referencias contrarias a las suyas entre muchas otras entidades profesionales, científicas o académicas que ya han logrado avances considerables en el tema (algunos con más de quince años de conocimiento empírico y científico acumulado). Sin embargo, para ello es necesario abrazar la ciencia, optar por el esfuerzo de la regulación y no por el camino fácil del prohibicionismo. Hay que pensar en las personas.
En Brasil, parece que estamos en una dimensión paralela, en una realidad que no convive con la de algunas otras partes del mundo. Pareciera que ni siquiera estamos tratando el mismo tema.
Aprender de otros
Solo por nombrar algunos ejemplos: la British Lung Foundation dice que «cambiar de cigarrillos [combustibles] a un cigarrillo electrónico puede mejorar los síntomas de enfermedades pulmonares como el asma y el EPOC». La entidad similar brasileña afirma exactamente lo contrario.
Cancer Research UK, probablemente el principal organismo de investigación del cáncer del Reino Unido, dice que no hay suficiente evidencia para respaldar una prohibición general del uso de cigarrillos electrónicos, incluso en interiores. La entidad similar brasileña continúa apoyando el discurso de que los cigarrillos electrónicos fueron responsables de muertes y hospitalizaciones por lesiones pulmonares graves en los EE. UU. (que finalizaron cuando se retiraron del mercado ilícito cartuchos de THC líquido, no nicotina, que contenían acetato de vitamina E).
Las enfermedades respiratorias, cardiovasculares y los numerosos tipos de cáncer provocados por el tabaquismo se deben casi en su totalidad a la inhalación del humo con múltiples sustancias tóxicas que se producen en la combustión. La nicotina, a menudo satanizada, no tiene nada que ver con estos daños. Además, cuando no se asocia a este humo, es decir, como componente de parches y chicles o se consume por vía oral como en inhaladores farmacéuticos y cigarrillos electrónicos, simplemente no representa riesgos graves para la salud. Esto es lo que evalúa y avala el Real Colegio de Médicos de Londres (prestigioso grupo médico fundado en 1518).
En cuanto a su carácter “adictivo”, la dependencia a la nicotina parece estar relacionada con el resultado de la interacción química cerebral y el cóctel químico que la acompaña en cada producto que la introduce al organismo. Por lo tanto, no hay evidencia de adicción cuando se consume en parches o cigarrillos electrónicos. En los cigarrillos existen potenciadores de adicción como el acetaldehído y los alcaloides del tabaco, que contribuyen a promover la dependencia, influyendo en el efecto recompensa e inhibiendo el metabolismo de los neurotransmisores que liberan dopamina.
Por último, hay que añadir los factores psicosociales que también favorecen la dependencia. Así lo explica el protocolo de la guía para médicos del Reino Unido emitida por el National Institute of Health and Care Excellence (NICE). Absolutamente lo contrario que propugnan sus pares brasileños.
La realidad de los cigarrillos electrónicos
O las autoridades sanitarias brasileñas que satanizan los cigarrillos electrónicos son maliciosas o realmente tienen la convicción de que las autoridades sanitarias del Reino Unido, la Unión Europea y muchos otros países desarrollados son irresponsables y están poniendo en riesgo a sus ciudadanos. Si se trata de algo bueno para el Reino Unido, ¿por qué no lo sería para Brasil?
El caso es que en ningún estudio o informe serio se afirma que los cigarrillos electrónicos sean inofensivos (o dañinos). Lo que explican los expertos es que al no contener tabaco, los cigarrillos electrónicos no queman, no tienen humo y no contienen los componentes tóxicos que genera la combustión, que son en gran parte responsables de las enfermedades asociadas al tabaquismo.
Lo que varias y acreditadas autoridades sanitarias informan y confirman es la virtud que presenta esta innovadora tecnología a la hora de minimizar los riesgos y daños asociados al consumo de nicotina por medios tradicionales al eliminar la combustión del proceso. Sencillo, ¿no? Es por eso que se les conoce como productos de reducción de daños por fumar. Productos de nicotina más seguros, como los llaman algunos británicos.
Eso sí, son seguros siempre y cuando estén regulados y se apliquen normas y controles que garanticen la calidad de estos productos de consumo. De estar prohibidos, evidentemente circularán sin ningún tipo de control sanitario y únicamente en el mercado ilegal.
¿Y los ciudadanos?
A nosotros los consumidores legos, sin conocimientos científicos, lo que nos queda es nuestra experiencia de haber dejado de fumar con estos productos y de haber percibido en nuestro propio cuerpo los diversos beneficios para la salud. Y también tenemos la opción de creer en la ciencia, de contrastar los argumentos contrarios y optar por los más razonables, los que parezcan más cercanos a la realidad.
Sin embargo, siempre vale la pena recordar que el argumento basado en el sentido común también puede ser vil, porque puede disfrazarse y promover la desinformación. Por supuesto, sería genial si nadie fumara, pero no es realista suponer que todos los fumadores pueden, quieren o dejarán de fumar. Y es en este sentido que el cigarrillo electrónico, como producto de menor riesgo para la salud que imita el hábito de fumar, se convierte en una importante herramienta para reducir el consumo de cigarrillos y evitar la toxicidad del humo del tabaco. Es una opción. La mejor que tenemos en estos tiempos.
Como recuerda el Dr. Roberto Sussman, profesor de la UNAM y uno de los más grandes estudiosos del tema en América Latina, sin duda, el mejor de los casos sería elegir no fumar ni vapear. Así mismo, es mejor no beber alcohol, no comer alimentos grasos y azucarados y hacer ejercicio regularmente. Sin embargo, en la vida real pocas personas alcanzan este ideal utópico de salud perfecta y ausencia absoluta de vicios menores o adicciones. “Por lo general, la perfección, inalcanzable, es enemiga de la mejor opción, que es alcanzable”.
A nosotros, consumidores, nos queda el deseo de creer absolutamente en la buena fe y las mejores intenciones de las organizaciones de salud. Pero la elección de la prohibición parece contraria a la noción de buena fe. También queremos creer que las organizaciones de atención médica están de acuerdo en que los resultados de salud pública más satisfactorios generalmente ocurren cuando somos capaces de reducir los riesgos de manera aceptable. Lo hemos experimentado intensamente en los últimos dos años con la pandemia.
¡Abajo la prohibición!
Es urgente regular el vapeo para proteger a los consumidores, de forma que se dificulte el acceso a los menores y se desincentive el consumo por parte de los no fumadores.
Mantener la prohibición de los cigarrillos electrónicos en Brasil solo garantiza que haya más enfermedades y muertes relacionadas con el tabaquismo, impidiendo que los fumadores adultos tengan acceso a alternativas menos riesgosas y favoreciendo el monopolio de los cigarrillos.
La prohibición también nutre el ya inmenso mercado ilegal que existe en el país y la circulación de productos sin supervisión regulatoria, en lugar de establecer un mercado regulado, con proveedores legalizados, tiendas especializadas, que fomente el emprendimiento y la generación de empleo y renta, así como el pago de impuestos al Estado que pueden invertirse directa o indirectamente en la salud pública.
Y, al fin y al cabo, mantener la prohibición de los cigarrillos electrónicos en Brasil también es una violación a la libertad y autonomía de las personas que quieren tener control sobre las opciones para proteger su propia salud. Además, deja abierta una pregunta: ¿Por qué? ¿Quiénes se benefician con la prohibición?
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