La lucha contra los problemas asociados al tabaquismo en Europa se divide en dos estrategias principales: la restricción severa basada en impuestos y prohibiciones y la reducción de daños a través de alternativas menos perjudiciales.
Europa enfrenta una encrucijada en su política de control del tabaco, con dos maneras opuestas de abordar el problema. Francia, Noruega y Suecia ilustran estos enfoques contrastantes, pero solo uno parece estar cumpliendo sus objetivos de salud pública. Mientras Francia enfrenta el aumento del mercado ilícito y una baja efectividad en la disminución del tabaquismo, Suecia muestra cómo un modelo pragmático, accesible y orientado a la reducción de daños podría ser el verdadero camino hacia una sociedad libre de humo.
Francia parece haber optado por una línea dura con restricciones y altos impuestos, pero enfrenta una paradoja: a pesar de sus esfuerzos, millones de adultos siguen fumando y el mercado ilícito de cigarrillos ha alcanzado niveles alarmantes.
En contraste, Suecia ha logrado reducir la prevalencia del tabaquismo a niveles históricamente bajos sin recurrir a prohibiciones absolutas, enfocándose en la accesibilidad a alternativas de menor riesgo.
Noruega, por su parte, experimenta con incentivos fiscales para productos como el snus en un intento de dirigir el consumo de tabaco hacia opciones menos dañinas y seguir el ejemplo sueco. Esta disparidad en los resultados plantea una pregunta: ¿Cuáles de las estrategias empleadas en la lucha contra el tabaquismo están logrando los mejores resultados en salud pública y, por lo tanto, cuál es el enfoque más efectivo para alcanzar el objetivo común de reducir su impacto?
¿Qué no hacer?
Francia se ha convertido en un ejemplo de campo de batalla para la política antitabaco. Las estrategias incluyen zonas libres de humo, empaquetado neutro y una carga impositiva abrumadora que representa hasta el 83% del costo de los cigarrillos.
En teoría, el aumento de precios debería desincentivar el consumo. Sin embargo, la realidad es diferente. Con cada incremento, más fumadores franceses recurren al mercado ilegal, que ahora representa el 43% de todas las ventas de cigarrillos en el país.
En lugar de reducir el número de fumadores, la estrategia de prohibición parece haber aumentado el atractivo de los productos ilícitos, mucho más económicos. Esto no solo afecta la recaudación fiscal, sino que pone en riesgo la seguridad pública, ya que estos productos están al alcance de cualquiera en redes sociales y en las calles de ciudades como París, Montpellier o Lyon.
Una alternativa más efectiva
Mientras tanto, al otro lado de Europa, Suecia sigue un camino distinto que está generando resultados. El país escandinavo, que está a punto de alcanzar su meta de ser un país libre de humo 16 años antes del objetivo europeo, ha adoptado un enfoque pragmático que permite a los adultos elegir productos de menor riesgo, como el snus y las bolsas de nicotina. Opciones accesibles, fáciles de usar y, sobre todo, significativamente menos dañinas que los cigarrillos. Este enfoque ha hecho que la incidencia de enfermedades relacionadas con el tabaco, como el cáncer de pulmón, sea mucho menor en Suecia en comparación con otros países de la Unión Europea.
Noruega, por su parte, parece haber encontrado un punto medio para seguir el ejemplo sueco. El gobierno noruego anunció una reducción del 20% en el impuesto al snus y un aumento del 9% sobre los cigarrillos. La intención es clara: hacer más atractivos los productos de menor riesgo, en un intento de desincentivar el consumo de cigarrillos. La rebaja de impuestos en productos como el snus podría equivaler a unas 5,50 coronas noruegas por lata para algunas marcas. Aunque aún está por verse si los fabricantes trasladarán esta rebaja a los precios, el mensaje es evidente: reducir el daño es posible a través de políticas diferenciadas.
¿Qué camino tomar?
Entonces, ¿por qué Francia insiste en un enfoque que, a pesar de sus intenciones, parece estar fallando? El caso francés ilustra los peligros de una política basada exclusivamente en la prohibición y en la fiscalidad extrema. Como resultado, la población de menores ingresos, que es la que más fuma, se ve atrapada entre precios elevados y la tentación del mercado negro, donde los cigarrillos son más baratos, aunque potencialmente más peligrosos porque no están regulados. En el caso de Suecia, en cambio, la regulación no niega el acceso, sino que redirige el consumo hacia alternativas menos dañinas, preservando el derecho de los adultos a elegir productos de menor riesgo.
La dicotomía en las políticas europeas corrige el planteamiento de la pregunta inicial: ¿debería el futuro de la política antitabaco enfocarse en la reducción de daños?
Mientras que Suecia y, en menor medida, Noruega, avanzan hacia este modelo, Francia se mantiene atada a una estrategia restrictiva que está lejos de cumplir sus objetivos. Los defensores de la reducción de daños argumentan que ofrecer alternativas de menor riesgo no es una rendición ante la industria del tabaco, sino una estrategia pragmática basada en evidencia. Países como Suecia demuestran que no es necesario prohibir para reducir el tabaquismo, sino replantear el acceso a productos de menor riesgo y reconocer las complejidades sociales y económicas detrás del consumo de tabaco.
El debate en Europa podría transformar la salud pública en el continente y servir de ejemplo a los demás países. La reducción de daños se presenta como una política de salud centrada en la realidad de las personas, que busca minimizar las consecuencias graves del tabaquismo sin caer en la trampa de la prohibición absoluta, pero lejos de ser una solución permisiva. A medida que los datos siguen acumulándose, el caso de Suecia podría pasar de ser una excepción a convertirse en un modelo para las sociedades que verdaderamente luchan por liberarse de la dependencia del tabaco y sus efectos mortales.
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