En Singapur, donde la legislación antitabaco es tan estricta como polémica, la tecnología se ha convertido en el nuevo guardián de las escuelas en un intento de frenar el vapeo juvenil. Con sensores inteligentes, las instituciones buscan controlar una práctica en auge, pero al hacerlo abren preguntas sobre el equilibrio entre seguridad, educación e intimidad en el entorno educativo.
Singapur es conocida internacionalmente por su legislación estricta y, en ciertos aspectos, bastante autoritaria e intolerante sobre todo en áreas como el consumo de drogas y el control del comportamiento social. El uso, venta, posesión y suministro de dispositivos de vapeo y otros sistemas electrónicos de administración de nicotina están prohibidos por ley, con excepción de las terapias de reemplazo de nicotina, como parches y chicles. Sin embargo, a pesar de la prohibición impuesta desde 2018, el vapeo ha ganado adeptos en el país. Según datos oficiales, en 2023 cerca de 8 mil personas fueron detenidas en posesión de dispositivos de vapeo, lo que representa un aumento del 60% en comparación con el año anterior.
Frente a este fenómeno, las empresas tecnológicas han intensificado sus esfuerzos para monitorear y disuadir el uso de dispositivos de vapeo mediante sensores avanzados. Motorola Solutions ha lanzado el sensor inteligente Halo, una herramienta diseñada para identificar el vapeo en espacios frecuentados por estudiantes, como los baños escolares. Compacto y discreto, el dispositivo se instala en áreas de difícil supervisión, donde vapear pasa inadvertido.
“El sensor Halo detecta diversas señales ambientales, como partículas, monóxido de carbono, calidad del aire e incluso sonidos específicos”, explica la compañía. Este sensor identifica compuestos químicos característicos del vapeo y envía alertas instantáneas por mensaje de texto al personal designado para intervenir rápidamente, sea el profesorado o el equipo de seguridad. Más allá de identificar el vapeo, el dispositivo detecta «sonidos asociados con agresiones, disparos o situaciones de angustia», añadiendo una capa de seguridad adicional en los entornos escolares, explica la compañía.
¿Cómo funciona el sensor?
El sensor inteligente Halo es un dispositivo multisensorial diseñado para monitorear el entorno en tiempo real y detectar la presencia de sustancias específicas. Captura detalles que pueden pasar desapercibidos en otros contextos y establece un control continuo en los espacios donde se instala. Este dispositivo opera de manera casi imperceptible en la detección de actividades como el vapeo, incluso en áreas de difícil supervisión.
El sensor identifica partículas finas y compuestos químicos comunes en el vapeo. Además, monitorea de forma continua la calidad del aire a través de 16 puntos de datos, midiendo niveles de monóxido de carbono y otros compuestos.
La tecnología del Halo incluye sensores para detectar químicos, ruido, humedad y temperatura, lo que permite una detección integral. Además de detectar vapeo, el dispositivo identifica la presencia de cannabis y sonidos relacionados con comportamientos violentos, como gritos o voces elevadas, y detecta riesgos ambientales, como niveles elevados de dióxido de nitrógeno, ampliando su alcance hacia la seguridad del entorno.
Cuando el Halo detecta una anomalía, como un aumento de partículas o la presencia de químicos específicos, envía alertas instantáneas al personal autorizado mediante mensaje de texto, correo electrónico o sistemas de administración de edificios. Halo también ofrece la posibilidad de analizar los datos recopilados a lo largo del tiempo, lo que permite a los administradores identificar patrones y “zonas de alto riesgo”.
Una estrategia compleja contra el vapeo
El despliegue de dispositivos como el sensor Halo en las escuelas de Singapur responde a una estrategia punitivista en la lucha contra el vapeo juvenil, aunque sea reforzado con políticas educativas por parte de las autoridades. El enfoque basado en la vigilancia tecnológica plantea dudas sobre su impacto en el ambiente educativo y en el desarrollo de la autonomía juvenil. A pesar de que el Ministerio de Salud complemente esta vigilancia con programas educativos, persisten dudas sobre si estos métodos logran transformar conductas o, por el contrario, intensifican el natural sentido de rebeldía entre los jóvenes.
En otros contextos, como el del Reino Unido, se han implementado estrategias que combinan la tecnología con enfoques pedagógicos, promoviendo el diálogo y fomentando el pensamiento crítico. Singapur, por su parte, sigue apostando por una política de prohibición y control que, aunque efectiva en términos de monitoreo, podría limitar su impacto si no aborda las causas sociales, políticas, económicas y psicológicas que llevan a los jóvenes a vapear.
La dependencia de la tecnología, si bien útil, no reemplaza la necesidad de construir una cultura de responsabilidad y reflexión entre los jóvenes, permitiéndoles tomar decisiones informadas y autónomas. Al final, el modelo de Singapur recuerda que una política pública efectiva debe centrarse no solo en la vigilancia, sino en el apoyo educativo y el desarrollo de habilidades críticas en las nuevas generaciones.
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