No podemos negar que durante la pandemia nuestros vaporizadores se convirtieron en uno de los mejores aliados para distraer el cuerpo y la mente. Su versatilidad, seguridad y comodidad permiten usarlos perfectamente en interiores. Sin embargo, esto también es una jugada en contra…
En 2020 ocurrió un suceso histórico: gracias a la globalización fue posible la propagación de un virus que apaciguó muchas de las actividades humanas. Un año después de que inició la pandemia es agotador leer, escuchar o hablar sobre COVID.
En retrospectiva, y pensando en las facilidades que la tecnología nos ha brindado, los vaporizadores resaltan sobre otros dispositivos tecnológicos. Sus ventajas trascienden la esfera personal y facilitan, de alguna manera, la convivencia y el bienestar con quienes no vapean. Su agradable aroma residual definitivamente es un punto a resaltar. Todo esto, sumado a la casi inexistente figura del vapeador pasivo, crea la excusa perfecta para vapear acostado en la cama en maratón de series.
Pero cuidado: para nuestras mascotas es peligroso un ambiente lleno de vapor. Su olfato y sistema respiratorio son mucho más sensibles y delicados que el nuestro. Los químicos presentes en el aerosol suspendido en el aire pueden ser irritantes tanto para perros como gatos, y todos estamos de acuerdo en que es mejor prevenir. Lo mejor es mantener una buena circulación de aire en la habitación y, así como para nosotros, asegurar una hidratación adecuada.
La portabilidad y fiabilidad de los cigarrillos electrónicos es otra razón para preferirlos por encima de la facilidad y la falsa percepción de economía de los cigarrillos. En las ciudades latinoamericanas es cada vez más común ver transeúntes usando vaporizadores. Igualmente, se ven más tiendas en la ciudad y, seguramente, muchos domiciliarios transportando productos de vapeo.
Se trata de un dispositivo que está en contacto directo con nuestras manos y boca. Por eso, por estas fechas en que la amenaza biológica persigue nuestro existir, es preferible reevaluar su uso en el espacio público. Hay que cuidar el dispositivo, no estar manipulándolo constantemente y siempre hacer una buena limpieza antes de usarlo. ¿Compartirlo? Jamás, es muy mala idea.
El cambio abrupto de la cotidianidad, la sensación de incertidumbre y el miedo con el que llevamos viviendo más de un año nos afectan psicológicamente. En algunos casos, pueden llevarnos a conductas que afectan directamente nuestro bienestar. La nicotina puede comportarse de dos maneras completamente opuestas: ser ansiolítica o ansiogénica, calmar la ansiedad o empeorarla.
Sin embargo, “cada cuerpo es un mundo”. El efecto de la nicotina también depende de la cantidad que se administre, el estado anímico e incluso el entorno. El consumo de grandes cantidades puede generar malestar y sensaciones no deseadas, como sudoración excesiva, incomodidad o inquietud, taquicardia, malestar estomacal. A nivel cerebral pueden aparecer la confusión, el letargo en los pensamientos, la cefalea e incluso la disparidad motriz. Por eso es apropiado conocer bien el origen de los e-liquids, su concentración de nicotina y, sobre todo, mantener el autocontrol para evitar un mal momento.
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