Tratar al antídoto como si fuera el veneno pone en riesgo a decenas de miles de vapeadores en la provincia de Santa Fe, Argentina.
En la provincia de Santa Fe (Argentina) la legislatura provincial está discutiendo actualmente un proyecto de reforma al Programa Provincial de Control de Tabaquismo.
Resulta loable, sin dudas, que el Congreso santafesino se involucre en el tema del tabaquismo. Como todos sabemos, millones de personas alrededor del mundo se ven afectadas por este flagelo y resulta fundamental explorar maneras para ofrecerles soluciones que mejoren sus vidas. Se trata de un tema con implicaciones humanas muy profundas.
La principal impulsora del proyecto, la diputada Erica Hynes (PS), ha sido enfática en que el principal motivo de la reforma es incluir productos innovadores como el vapeo dentro de la normativa antitabaco. En este sentido, expresó que:
“Las modificaciones no solo tienen una función de identificar todos los productos de tabaco y asociados al consumo de cigarrillos que aparecieron en el mercado, sino que también, al estar incluidos en el Programa de Control de Tabaquismo, se suman a la prohibición para la publicidad de estos productos y su uso en áreas cerradas, lugares de trabajo, edificios públicos y medios de transporte”. La diputada también afirmó: “proponemos incluir en la prohibición a los dispositivos nuevos de tabaco calentado (vapeadores [sic] y cigarrillos electrónicos)”.
“Se equipara entonces al tabaco con la nicotina, cuando son dos sustancias distintas que se pueden consumir en forma separada”.
Pese a la buena voluntad de todas las partes involucradas con el proyecto, las reformas propuestas son imprudentes y, en forma alarmante, carecen de solidez. Así, el proyecto propone en su artículo 3 una definición de fumar muy cuestionable:
“Defínase, a los efectos de la aplicación de esta ley… como fumar al acto de inhalar, exhalar, estar en posesión o control de un producto de tabaco encendido o cualquier otra sustancia, incluyendo los dispositivos de combustión o de calentamiento de tabaco o nicotina, independientemente de si la persona está inhalando o exhalando humo”.
Se equipara entonces al tabaco con la nicotina, cuando son dos sustancias distintas que se pueden consumir en forma separada. De esta equiparación se desprenden consecuencias muy negativas e incluso alcances de la ley que terminarían siendo absurdos.
La injustificada igualación entre tabaco y nicotina fuerza la prohibición de publicidad que pesa sobre los cigarrillos tradicionales a los productos de nicotina más seguros y sin combustión. Bajo el paraguas de tomar a la nicotina y al tabaco como si fueran lo mismo, también prohíbe el uso de dichos productos en espacios públicos cerrados.
Este salto lógico busca incluir al vapeo en una ley de control de tabaco, cuando el vapeo carece de tabaco y de combustión. Para poder incluir al vapeo en su órbita, el proyecto de modificación afirma en su artículo 2:
“Quedan comprendidos en los alcances de la presente Ley los productos hechos con tabaco o cualquier otra sustancia que se destinen al consumo humano a través de la acción de fumar o que expidan humo, gases o vapores en cualquiera de sus formas, incluido el cigarrillo electrónico y dispositivos similares”.
En su afán antivapeo, la definición es tan tosca que, técnicamente, un chocolate caliente o un té podrían entrar en la prohibición en tanto son sustancias destinadas al consumo humano que expiden humo o vapores.
Alternativas innovadoras como el vapeo son un 95 por ciento más seguras que el cigarrillo tradicional de combustión, según la Salud Pública del Reino Unido. Gracias a ellas estamos a las puertas de la eliminación del tabaquismo tal cual lo hemos conocido hasta ahora. Tratar al antídoto como si fuera el veneno pone en riesgo a las decenas de miles de vapeadores que hay en la provincia de Santa Fe y condena a los actuales fumadores a la inhumana dicotomía de “dejar o morir”.
Tal como afirma un paper publicado en la prestigioso revista científica Science: “La evidencia advierte contra las medidas prohibicionistas. Restringir el acceso y el atractivo entre los productos de vapeo no protege la salud pública, sino que amenaza con descarrilar una tendencia que de continuar podría acelerar la desaparición de los cigarrillos, al punto de salvar mil millones de vidas en este siglo”.
La regulación inteligente y un clima abierto a la innovación resultan fundamentales para que mil millones de seres humanos puedan vivir.
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