Existe una diferencia fundamental entre compartir información y recursos precisos para alentar a las personas a mantenerse más seguras y tratar de avergonzar o asustar a las personas para que modifiquen sus comportamientos.
El habito de fumar ha sido estigmatizado durante algún tiempo. Antes era normal que actores de cine, filósofos y escritores idolatrados fueran fotografiados en una nube de humo, con un cigarrillo en la mano o colgando de la boca. Hoy en día, las personas que fuman suelen ser objeto de lástima o vergüenza. Así como la publicidad del tabaco está ampliamente prohibida, las personas que fuman han ido desapareciendo silenciosamente de los espacios públicos. Donde antes se permitía fumar en casi todos los pubs y muchos restaurantes, el área designada para fumar ahora, para la mayoría, es el aire libre o su propia casa, si no viven en una vivienda pública en Estados Unidos.
Las personas que fuman literalmente han sido expulsadas de los espacios. Para muchos, sin embargo, fumar no es un vicio ni algo de lo que avergonzarse. Es una elección, una que conlleva mayores riesgos que muchas otras opciones, pero también recompensas.
La historia de amor de las artes con el tabaquismo está bien documentada. James Dean, Greta Garbo y Humphrey Bogart fueron vistos a menudo con un cigarrillo, exudando encanto y una frialdad acerada. El artista británico David Hockney ha fumado durante más de 60 años y es vociferante y terco sobre el papel esencial que tiene fumar en su vida. “Un cigarrillo me ayuda a concentrarme cada vez que me alejo del caballete y miro mi pintura”, dijo . “Fumar me da tiempo para pensar en la mirada con la que pinto”.
“Estoy 100 por ciento seguro de que voy a morir de una enfermedad relacionada con el tabaquismo o una enfermedad no relacionada con el tabaquismo”.
Hockney siente que la «obsesión» que tiene la sociedad por acabar con los cigarrillos es «poco saludable», afirmando que «la longevidad no debería ser el objetivo en la vida». Por el contrario, siente que tiene un desprecio bastante saludable por su propia salud: «Estoy 100 por ciento seguro de que voy a morir de una enfermedad relacionada con el tabaquismo o una enfermedad no relacionada con el tabaquismo». Hockney ahora vive en Normandía, en Francia, donde dice que puede fumar más libremente.
Fumar siempre ha tenido su lugar en el mundo de la bohemia. El filósofo, novelista y dramaturgo existencialista francés Jean-Paul Sartre fumaba pipas, cigarrillos y puros; para él, fumar era una forma de experimentar el mundo. Ya sea que fuera al teatro o discutiera ideas con sus amigos, tener un cigarrillo en la mano elevó su experiencia. Su vida se intensificó y aclaró cuando estaba envuelta en una neblina humeante. Él dijo : “Cualquiera que fuera el acontecimiento inesperado que iba a encontrarme, me parecía que estaba fundamentalmente empobrecido desde el momento en que no podía darle la bienvenida mientras fumaba”.
Es evidente que fumar puede ser perjudicial tanto para los demás como para el fumador, lo que complica la ética, pero ¿y si se hace en privado? ¿Deberíamos impedir que la gente fume como una forma de protegerse de sí mismos, como parece concebir la propuesta prohibición de los mentolados de EE.UU.?
No prohibimos que la gente tenga pasatiempos arriesgados como escalar rocas o jugar al rugby. Sin embargo, la escalada en roca y el rugby pueden verse fácilmente como actividades saludables y beneficiosas; podemos ver más allá del riesgo que implican. Mientras que los altos riesgos de fumar son bien conocidos, y los placeres del consumo de drogas se eliminan fácilmente del cálculo. Pocos afirmarían que fumar tiene beneficios para la salud, aunque los estudios de salud mental han demostrado, por ejemplo, que la nicotina puede ayudar a aliviar el déficit de atención que ocurre con la esquizofrenia y otras enfermedades mentales.
“El placer, como muchos han argumentado, es una razón válida para consumir drogas”.
Una mejor analogía, quizás, es beber y comer alimentos poco saludables. Por lo general, no intervenimos para evitar que la gente beba demasiado, a menudo en público; ni intervenimos generalmente para evitar que las personas coman grandes cantidades de carne roja, que se ha relacionado con el cáncer.
El placer, como muchos han argumentado, es una razón válida para consumir drogas. Eso incluye la nicotina. Y si bien la reducción de daños es vital —en ningún lugar más que en el ámbito del tabaquismo, al que se atribuyen más de 8 millones de muertes prematuras anuales— debe hacerse con incentivos, acceso a alternativas más seguras y comunicación respetuosa de información precisa, no con castigos o leyes coercitivas y presiones sociales.
El prejuicio, en algunas de sus otras formas, ha ido disminuyendo en los Estados Unidos. En contraste con la estigmatización del tabaquismo, hemos visto un cambio de actitud hacia el cannabis y los psicodélicos. El cannabis ahora es legal en muchos estados, y en Oregón, donde se ha despenalizado la posesión de todas las drogas, la psilocibina se ha vuelto legal para uso terapéutico. Se espera que más estados hagan lo mismo. Compare esto con la nicotina, donde la conversación parece apagarse. En los EE. UU., las personas que tienden a fumar son las más pobres y, en una proporción desproporcionada, pertenecen a grupos marginados, como miembros de las comunidades LGBTQ o indígenas.
Cuando se le preguntó qué era lo más importante en su vida, Sartre dijo: “No lo sé. Todo. Vivir. Fumar». Y la descripción de Hockney de fumar como un “placer profundo” sería reconocida por muchos otros. ¿Tenemos derecho a argumentar que sus vidas habrían ido mejor si nunca hubieran fumado?
Hockney ve las campañas contra el tabaquismo como emblemáticas de un mundo que se ha vuelto «mandón». Esta es, esencialmente, una queja sobre el paternalismo: tratar a los adultos como si fueran niños, por su propio bien, haciéndolos sentir avergonzados y obligándolos a perderse de vista.
El filósofo inglés John Stuart Mill argumentó que los límites a la libertad de un individuo deberían aplicarse cuando su comportamiento causa daño a otro. Él creía que los adultos deberían sentirse libres para participar en lo que él llamó «experimentos de vida», para incluir cosas que podrían dañarlos pero no dañar a otros. Creía que un individuo, sin dependientes, debería ser libre de beber hasta morir si así lo deseaba. Otras personas podrían instarle a que no lo haga, pero ellos, y el Estado, no deberían obligarlo a dejar de beber. Este principio de daño se articuló en su ensayo Sobre la libertad, publicado en 1859.
¿Le negaría Mill a Hockney el derecho a encender un cigarrillo en una de sus exposiciones de arte? Sí, probablemente lo haría sobre la base de que el tabaquismo pasivo es dañino. Las personas que no han elegido fumar podrían sufrir algún daño por estar en la misma habitación que Hockney. Pero un espacio al aire libre, como la puerta de una galería, que en estos días probablemente tendría un letrero que dice que no se puede fumar a menos de 20 pies del edificio, sería una pregunta diferente.
“El mensaje de reducción de daños sobre el tabaquismo no puede ser simplemente «detener», como tampoco debería serlo para las personas que consumen drogas del suministro ilícito adulterado”.
En Austria, el argumento del derecho a fumar dominó brevemente en 2018 cuando se revocó una prohibición propuesta por el gobierno de fumar en restaurantes, bares y cafés. Sin embargo, esa decisión fue anulada un año después con el argumento de que el gobierno tenía la obligación de proteger la salud pública y que proteger la salud pública era incompatible con tolerar fumar en lugares públicos.
Las personas que fuman no fuman porque no es saludable. Fuman porque, para ellos, se siente bien. Clive Bates, un experto y activista de reducción de daños del tabaco, considera que las advertencias gráficas en los cigarrillos y los paquetes no son más que una forma de estigmatización. Con respecto a la idea de poner advertencias en cigarrillos individuales, escribió que era “esencialmente una medida estigmatizante diseñada para hacer que los fumadores se sientan estúpidos y obligarlos a exhibirse mientras fuman”.
Todo lo cual habla de cómo debemos comunicarnos sobre las formas de reducción de daños del tabaco que salvan vidas, como los vaporizadores.
La reducción de daños tiene que ver con salvar vidas, pero también tiene que ver con la agencia: empoderar a las personas para que tomen sus mejores decisiones. El mensaje de reducción de daños sobre el tabaquismo no puede ser simplemente «detener», más de lo que debería ser para las personas que corren el riesgo de usar drogas del suministro ilícito adulterado con fentanilo. Todos sabemos que fumar a largo plazo conlleva graves riesgos. Está escrito en el paquete. Pero no necesitamos proteger a los adultos que fuman de su propia ignorancia al respecto, porque ellos no son ignorantes. Donde las personas han sido lamentablemente mal informadas por muchas autoridades es sobre la relativa seguridad de otras formas de consumir nicotina, que muchas personas que las prueban llegan a preferir a fumar. Al igual que Hockney, muchos quieren ser libres para tomar sus propias decisiones. En lugar de estigma, necesitamos una discusión abierta y sin restricciones.
Este artículo fue publicado originalmente por Filter, una revista en línea que cubre el uso y las políticas de drogas y los derechos humanos a través de una lente de reducción de daños. Siga a Filter en Facebook o Twitter, o suscríbase a su boletín informativo.
Este artículo fue traducido y adaptado al español por el equipo de Vaping Today. Publicación original: The Stigmatization of Smoking Is Not Harm Reduction. Si encuentra algún error, inconsistencia o tiene información que pueda complementar el texto, comuníquese utilizando el formulario de contacto o por correo electrónico a [email protected].
