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La evidencia es clara: los beneficios del vapeo superan sus riesgos

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Estudios diversos apoyan la idea de que una regulación equilibrada, que permita aprovechar el potencial de reducción de daños del vapeo, puede favorecer la disminución del tabaquismo, así como de las enfermedades y muertes asociadas a él.

En un análisis minucioso y de lectura imprescindible publicado en The Journal of Physiology, en 2020, los investigadores Rachna Begh y Paul Aveyard, del prestigioso Nuffield Department of Primary Care Health Sciences de la Universidad de Oxford, exploran el potencial de los cigarrillos electrónicos como una herramienta efectiva en la reducción del daño asociado al tabaquismo. Derrumbando incertidumbres, el estudio sugiere con evidencias que el vapeo podría ser una alternativa menos perjudicial que los cigarrillos tradicionales, ofreciendo una esperanza tangible en la lucha global contra las enfermedades relacionadas con el tabaco. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el tabaquismo sigue siendo responsable de la muerte de más de 8 millones de personas cada año, produciendo una carga económica abrumadora para los sistemas de salud en el mundo. La mayoría de los fumadores caen en las garras de la adicción desde muy jóvenes y solo el 4 % logra dejar el tabaco sin ayuda, según un estudio de Hughes en 2004.

Frente a este panorama desolador, la ciencia ha desarrollado tratamientos eficaces que combinan farmacoterapia y apoyo conductual, duplicando las probabilidades de dejar de fumar de manera definitiva. Una revisión exhaustiva realizada por Stead y colaboradores en 2016 subraya la eficacia de estos enfoques. En el Reino Unido, estos tratamientos se han implementado ampliamente y su eficacia ha sido avalada por los profesionales de la salud, contribuyendo a una notable disminución en las tasas de tabaquismo.

Sin embargo, en la segunda década del siglo los cigarrillos electrónicos han irrumpido como una alternativa inesperada, ganando popularidad gracias a foros de internet impulsados por los teclados de usuarios, comerciantes y productores (en su mayoría también usuarios)  incluso antes de que las grandes corporaciones se involucraran en el negocio. Esta rápida acogida evidenció que estos dispositivos ofrecían una opción atractiva para los fumadores, algo que los métodos convencionales no siempre han logrado.

Rachna Begh, investigadora del Nuffield Department of Primary Care Health Sciences de la Universidad de Oxford, y Paul Aveyard, profesor de Medicina del Comportamiento en la misma institución, son dos de los autores que defienden el potencial de los cigarrillos electrónicos en la reducción del daño causado por el tabaco. Aveyard, reconocido por su extensa investigación en el campo del control del tabaco y su rol como editor senior de la revista Addiction, sostiene que, aunque los riesgos precisos del vapeo aún no están completamente determinados, la evidencia indica que son significativamente menores que los asociados con el tabaquismo.

Una puerta de salida del tabaquismo

En el estudio, los autores abordan una cuestión clave: la capacidad de los cigarrillos electrónicos para atraer a los fumadores y ofrecerles una alternativa menos dañina. Aunque no están exentos de riesgos, su uso podría reducir drásticamente el número de personas que sufren las consecuencias del tabaquismo tradicional. «Los cigarrillos electrónicos tienen el potencial de desempeñar un papel crucial en la reducción del impacto del tabaquismo en la salud global», afirman Begh y Aveyard.

A pesar de la incertidumbre sobre los riesgos a largo plazo, argumentan que los estudios toxicológicos y los datos emergentes sugieren que los cigarrillos electrónicos son significativamente menos peligrosos que el tabaco combustible. En lugar de actuar como una puerta de entrada al tabaquismo, facilitan la transición de fumar a vapear, con beneficios que superan los posibles daños en el contexto de la reducción del impacto del tabaquismo.

El análisis comparativo entre el vapeo y el tabaquismo que presentan estos destacados investigadores aporta una visión equilibrada y fundamentada en evidencia científica. En un contexto donde la mayoría de los usuarios de cigarrillos electrónicos han sido fumadores, el estudio resalta la urgencia de reevaluar las políticas de salud pública para aprovechar el potencial del vapeo como herramienta de reducción de daños.

Los cigarrillos tradicionales, que contienen miles de sustancias químicas tóxicas, son responsables de enfermedades que incluyen cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares. En contraste, los cigarrillos electrónicos, al no requerir combustión, reducen considerablemente la exposición a estas toxinas. «La nicotina, si bien adictiva, no es la principal causante de las enfermedades relacionadas con el tabaquismo», señala Aveyard, destacando la aceptación generalizada de la terapia de reemplazo de nicotina.

Sin embargo, persisten preocupaciones sobre las toxinas liberadas por los líquidos de vapeo con sabor, como el diacetilo, y la presencia de metales pesados en el aerosol de los cigarrillos electrónicos. Begh y Aveyard reconocen estos riesgos, pero señalan que las concentraciones detectadas son mucho menores que en el humo del tabaco y que, a medida que la tecnología avanza, es probable que las emisiones se reduzcan aún más.

Los datos clínicos disponibles no han mostrado motivos de preocupación en personas que han usado cigarrillos electrónicos hasta dos años después de dejar de fumar. De hecho, los efectos adversos reportados son mínimos y los beneficios para la salud, especialmente en personas con asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), son significativos. Un ensayo reciente, citado por Aveyard, encontró mejoras en la función cardiovascular en fumadores que cambiaron a cigarrillos electrónicos durante un mes.

Con la lupa de la ciencia y una visión equilibrada, Begh y Aveyard destacan la importancia de no caer en el alarmismo. El brote de lesiones pulmonares en Estados Unidos de 2019 se asoció con el uso de productos ilegales de vapeo de cannabis, no con los cigarrillos electrónicos convencionales. Este malentendido, que todavía circula en parte de la prensa y en muchos discursos desinformados, subraya la necesidad de informar correctamente a los consumidores, profesionales de la salud y agentes públicos, así como de evitar regulaciones excesivamente restrictivas que puedan limitar el potencial de los cigarrillos electrónicos para reducir la morbilidad y mortalidad relacionada con el tabaquismo.

La evidencia es consistente

Diversos ensayos clínicos aleatorizados han demostrado que los cigarrillos electrónicos pueden ser una herramienta efectiva para que los fumadores dejen el tabaco. Esto se debe principalmente a su capacidad para suministrar nicotina, que duplica la tasa de abstinencia a largo plazo, según estudios como el de Hartmann-Boyce de 2016. 

En un ensayo controlado aleatorizado que lideró Peter Hajek en 2019 e involucró a casi 900 participantes se encontró que, junto con el apoyo conductual, los cigarrillos electrónicos fueron casi el doble de efectivos para ayudar a los fumadores a dejar de fumar en comparación con la terapia de reemplazo de nicotina. Esto se observó a partir de un seguimiento de un año.

En paralelo con el aumento de la popularidad de los cigarrillos electrónicos en el Reino Unido y en Estados Unidos, la prevalencia del tabaquismo ha disminuido. Un análisis de series temporales en Inglaterra mostró que un aumento en el uso de cigarrillos electrónicos por parte de los fumadores estaba positivamente asociado con un aumento en las tasas de éxito para dejar de fumar. Estos resultados son consistentes con una encuesta a nivel poblacional en Estados Unidos, que mostró un aumento significativo en las tasas de cesación tabáquica entre los usuarios de cigarrillos electrónicos.

Aunque estos datos son observacionales y no pueden establecer causalidad directa, apoyan la idea de que los cigarrillos electrónicos no están socavando la disminución del tabaquismo, sino todo lo contrario. No hay evidencia de que el uso de cigarrillos electrónicos esté ralentizando la disminución del tabaquismo entre los jóvenes, a pesar del aumento en la experimentación con estos dispositivos tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos. De hecho, las tasas de tabaquismo entre los adolescentes en Estados Unidos han disminuido más rápidamente desde que los cigarrillos electrónicos se hicieron populares. 

Aunque es cierto que cuando algunas personas que nunca han fumado comienzan a vapear se exponen a riesgos para la salud que podrían evitarse, menos del 1 % de los nunca fumadores se convierten en vapeadores regulares en el Reino Unido, según Action on Smoking & Health. En las conclusiones, el artículo resalta que los cigarrillos electrónicos ayudan a las personas a dejar de fumar y, aunque algunos usuarios continúan vapeando en el largo plazo, el daño que experimentan es probablemente mucho menor que el que sufrirían si continuaran fumando. 

La importancia del equilibrio: el caso sueco

Aunque parece lógico abogar por la cautela, los autores citan el ejemplo de Suecia para ilustrar los peligros de una regulación excesivamente estricta. En Suecia, el uso de la nicotina sin combustión es común entre los hombres, y a pesar de que la Unión Europea prohibió el snus en la mayoría de los países miembros Suecia quedó exenta. Como resultado, este país tiene una alta prevalencia de uso de tabaco oral (20 %) pero la tasa más baja de consumo diario de cigarrillos en la Unión Europea (5 % en comparación con el 24 % de la UE). Además, los hombres suecos tienen las tasas más bajas de mortalidad relacionada con el tabaco y cáncer de pulmón en Europa. 

Este caso subraya cómo la regulación excesiva de productos de reducción de daños, como los cigarrillos electrónicos, podría limitar el potencial para reducir significativamente la morbilidad y mortalidad evitables relacionadas con el tabaquismo.

Los cigarrillos electrónicos, según Begh y Aveyard, son una herramienta poderosa en la lucha contra el tabaquismo. Aunque no son perfectos, los beneficios que ofrecen en términos de reducción del daño superan con creces los riesgos conocidos, lo que los posiciona como una alternativa viable para quienes buscan abandonar el tabaco. 

El caso de Suecia, donde el uso del «snus» y las bolsas de nicotina ha llevado a una de las tasas más bajas de consumo de cigarrillos y enfermedades relacionadas en Europa, ilustra cómo una regulación equilibrada puede maximizar el impacto positivo de las alternativas al tabaquismo. 

Puede leer el análisis de Begh y Aveyard aquí.


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