«La política sanitaria debe guiarse por la ciencia, no por prejuicios o dogmas. El vapeo ya ha proporcionado una puerta de entrada eficaz para dejar de fumar a millones de personas, beneficiando inequívocamente a los fumadores, a la salud pública y a la sociedad en general. Resulta increíble que la OMS parezca incapaz de entender los fundamentos científicos o de diseñar una política racional para aprovechar, en lugar de rechazar, las oportunidades que ofrece la reducción de daños. Al tratar de bloquear el acceso a productos de nicotina menos peligrosos, distintos de los medicamentos autorizados, la OMS se suma a la industria tabacalera para matar a millones de personas».
Esas palabras del laureado doctor John Britton, profesor emérito de Epidemiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nottingham no dejan espacio para dudar de que la OMS, conocida por su papel crucial en la gobernanza de la salud global, enfrenta un desafío social y político significativo al lidiar con las sutilezas de sus propios objetivos, deberes, y paradigmas.
Una postura retrógrada
La postura de la OMS respecto a los productos menos riesgosos alternativos al tabaquismo y su posible tratamiento en esta Conferencia de las Partes (COP10) plantea serias cuestiones sobre su futuro organizacional, su influencia en el equilibrio entre la regulación de la salud pública y la reducción de los daños y muertes en el contexto del consumo de tabaco.
El Dr. Britton ilumina pedagógicamente la postura de omisión y antagonismo de la OMS frente a los cigarrillos electrónicos. Enfatiza el potencial desperdiciado del vapeo como una herramienta para reducir los daños del tabaquismo y explica cómo esta postura implica el incumplimiento de sus deberes institucionales.
Ante la creciente acumulación de evidencia que sugiere que los vaporizadores de nicotina, los productos de tabaco calentado y las bolsas de nicotina poseen un alto potencial para ayudar a los fumadores en su camino hacia una vida más saludable, alejándolos del consumo de los mortales cigarrillos combustibles, la OMS parece alejarse cada vez más de la realidad y estar más influenciada por intereses externos, puramente morales, dogmáticos o económicos, verdaderamente indiferentes al diálogo científico y a la preocupación sanitaria.
El debate, que empieza a ser anacrónico, se centra en un dilema clave de salud pública: ¿es válida la transición de los cigarrillos tradicionales a los electrónicos como estrategia de cesación?
Mientras que la OMS mantiene una postura conservadora y extemporánea, reflejando preocupaciones trasnochadas sobre los riesgos asociados con los cigarrillos electrónicos, existe un consenso creciente dentro de la comunidad científica sobre su eficacia y sus beneficios relativos.
La decisión de la OMS de ratificar políticas restrictivas hacia los productos de reducción de riesgos y daños, a pesar de las crecientes evidencias de que son considerablemente menos dañinos que los cigarrillos tradicionales, revelaría mucho más que una tensión entre los enfoques de prevención y reducción de daños.
¿Cuáles son los argumentos de la OMS?
La OMS ha menospreciado un conjunto de investigaciones y, con ello, arruina la comprensión del concepto de salud que ha establecido y adoptado. Su posición parece desatender o minimizar un importante conjunto de estudios serios que indican que los vaporizadores de nicotina, los productos de tabaco calentado y las bolsas de nicotina pueden ser una herramienta eficaz para la cesación del tabaquismo.
La OMS persiste en esta postura rígida y poco humanizada a pesar de que numerosas entidades continúan resaltando los beneficios del vapeo apropiadamente regulado, incluyendo organizaciones que tradicionalmente lo veían con escepticismo, como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), que han comenzado a reconocer las ventajas del vapeo sobre los cigarrillos convencionales.
Así, mientras la percepción y el reconocimiento de los cigarrillos electrónicos como una opción menos perjudicial para los fumadores adultos evoluciona, inclusive entre quienes previamente se oponían, se observa que la principal organización mundial en el campo de la salud continúa mostrando su falta de apertura incluso hacia el diálogo científico.
Para hacerlo, la OMS se aferra a una serie de argumentos debilitados por la comunidad científica. Entre ellos se incluyen la persistente preocupación por la adicción juvenil al vapeo, la falta de pruebas concluyentes sobre la efectividad del vapeo como método para dejar de fumar y la posibilidad de que el los sabores en el vapeo atraigan a niños o individuos no fumadores.
Ignorando la realidad de los mercados ilegales, la organización también mantiene su postura a favor de la prohibición o, en su defecto, de una regulación exageradamente estricta, sustentada en la ausencia de evidencia definitiva sobre la seguridad a largo plazo del vapeo y su impacto en la salud pública. Además, la OMS continúa advirtiendo que los cigarrillos electrónicos podrían actuar como una «puerta de entrada» hacia el consumo de tabaco tradicional para los jóvenes que experimentan con el vapeo.
Todas letras muertas. O a punto de morir.
¿Hay alternativas?
La postura de la OMS, enfocada en la prohibición o en una regulación estricta de los cigarrillos electrónicos, refleja una cierta indiferencia e insensibilidad hacia una porción significativa de la evidencia científica.
Al mismo tiempo, esta postura revela una adhesión ciega, actualmente incomprensible, a argumentos basados en la falta de pruebas concluyentes sobre la seguridad a largo plazo y un desconocimiento de la realidad sobre el impacto general del vapeo en la salud pública.
Lo cierto es que esta resistencia de la OMS a aceptar los vaporizadores y su énfasis en políticas desmedidas, sobre todo en el Sur Global, continúan impactando negativamente la salud pública.
Al no reconocer el potencial de estos productos para mitigar los daños del consumo de tabaco, la OMS no solo mantiene a los fumadores vinculados a los cigarrillos, sino que desaprovecha una oportunidad histórica para reducir significativamente las enfermedades y muertes relacionadas con el tabaco en el futuro.
La crítica fundamental a la postura de la OMS es que su enfoque en la prohibición y regulación desproporcionada ignora la compleja realidad de los fumadores y las posibles estrategias para disminuir los daños, tanto individuales como colectivos, asociados al tabaquismo.
La inquietud sobre el uso de cigarrillos electrónicos entre los jóvenes, sobre todo por un cierto tipo de estrategias de mercadeo, es comprensible y justifica la necesidad de una regulación meticulosa. Esta regulación debería tener el objetivo de evitar que menores y no fumadores adopten el vapeo, pero al mismo tiempo debe permitir a los fumadores acceder a estos dispositivos como una alternativa para cambiar sus hábitos.
Sin embargo, el enfoque general de poner todas las formas de consumo de nicotina bajo el mismo paraguas negativo es científica y éticamente cuestionable.
El desafío clave es mantener un equilibrio entre prevenir el inicio del consumo de nicotina en jóvenes y ofrecer una opción menos dañina para los fumadores adultos que desean dejar de fumar.
Esta estrategia balanceada es la que recomiendan los especialistas y se alinea con las políticas aplicadas a otros productos destinados a adultos: por un lado, establecer regulaciones estrictas para proteger a los jóvenes y, por otro, facilitar el acceso a alternativas más seguras para aquellos fumadores adultos que están en búsqueda de opciones para cesar su hábito tabáquico.
La narrativa actual, fuertemente inclinada hacia los riesgos del vapeo, sencillamente opaca sus beneficios potenciales.
Esta postura, aparentemente precavida, puede alinear involuntariamente las políticas de la OMS con los intereses de la industria tabacalera, perpetuando el uso de cigarrillos convencionales, una reconocida y más significativa amenaza a la salud pública.
A medida que avanzamos tecnológicamente, es crucial que la OMS y otras autoridades sanitarias basen sus políticas en una comprensión integral del panorama científico en evolución.
La ruta hacia un futuro con menores perjuicios derivados del humo es intrincada, pero debe recorrerse con agudeza científica, mentalidad abierta y una firme dedicación a la ética de la salud pública que priorice tanto la prevención como la minimización de daños.
La OMS, una organización que históricamente ha abogado por la reducción de daños en otros ámbitos, parece estar aplicando un doble estándar en el caso del tabaquismo y sus alternativas.
Por tanto, es esencial que la OMS y otras organizaciones de salud pública reconsideren su enfoque hacia los productos de vapeo. En febrero, ignorar el potencial del vapeo con nicotina como herramienta de reducción de daños y muertes podría ser más que una oportunidad perdida en la lucha global contra las enfermedades relacionadas con el tabaquismo.
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