Para Marc Hyden, director de Asuntos Gubernamentales del R Street Institute, el enfoque hacia la reducción de daños del tabaquismo es confuso. Las trabas gubernamentales y el activismo contra la evidencia científica no han permitido un avance en esta materia. Es vital una regulación para acercarse más a los fumadores.
Marc Hyden es responsable de educar a los legisladores y funcionarios del poder ejecutivo sobre las iniciativas de R Street en todo el sureste de los Estados Unidos. En un artículo publicado en el periódico The Newnan Times-Herald habla sobre el papel del gobierno en la reducción de daños y riesgos en epidemias de adicción como el tabaquismo y los opioides, haciendo evidente la falta de coherencia entre los resultados que esperan y las estrategias que usan.
Muchos estados del país norteamericano han intentado acercarse al problema del abuso de opiáceos sin tener el éxito que buscaban: más de 70 mil estadounidenses mueren anualmente por el uso de este compuesto y enfermedades relacionadas con la forma de consumo. La mayoría de estados permiten programas de cambio de jeringas y la disposición de espacios salubres y vigilados para evitar la sobredosis de los consumidores.
La reducción de daños en el tabaquismo
Cerca de 480 mil estadounidenses pierden la vida anualmente por enfermedades relacionadas con el tabaquismo, y la abstinencia definitivamente no es una estrategia eficaz para cesar el uso del tabaco. Por esa razón los estados deberían asegurar el acceso a productos de riesgo reducido, como los cigarrillos electrónicos.
Desde 2010, los vaporizadores se han hecho cada vez más populares en los Estados Unidos y se han convertido en la herramienta predilecta de los fumadores para dejar de fumar rápidamente, lo cual respaldan sólidamente los estudios científicos que aseguran que el cigarrillo electrónico es la herramienta más efectiva para la cesación tabáquica, incluso más que las terapias farmacológicas tradicionales.
“Algunas regulaciones de los cigarrillos electrónicos son absolutamente necesarias. Por ejemplo, es de vital importancia mantener los cigarrillos electrónicos fuera del alcance de los jóvenes, y los no fumadores estarían mejor atendidos si nunca comenzaran a usar tales productos. Sin embargo, si los formuladores de políticas realmente se preocupan por reducir los daños del tabaco tanto como algunos valoran las políticas de reducción de daños de los opioides, entonces deberían reconocer el valor de las estrategias consistentes de reducción de daños y no trabajar para desincentivar a los fumadores de probar productos menos dañinos. Por otra parte, el gobierno no es conocido por sus enfoques consistentes y basados en principios”, menciona Hyde.
Una guerra injusta
Pese a la importancia de la reducción de daños, los ataques que ha sufrido la industria del vapeo han sido sistemáticos y, por eso, los intentos de crear un proyecto de reducción de daños por tabaquismo (THR) han sido nulos. El infame “flavorban”, la prohibición total del vapeo e incluso la fiscalización excesiva de la industria han sido algunos de los impedimentos. Con ello lo único que se logra es introducir en el mercado, legal o ilegal, productos peligrosos, así como perpetuar el hábito del fumador.
“Si bien los cigarrillos electrónicos han sido objeto de un tremendo nivel de escrutinio durante años, brindan una alternativa prometedora a los cigarrillos combustibles. Public Health England declaró que son un 95% menos peligrosos que los combustibles porque no emplean el mismo proceso de combustión que libera miles de productos químicos, algunos de los cuales son muy peligrosos. Eso no quiere decir que los cigarrillos electrónicos carezcan de riesgos, pero las investigaciones han demostrado que son mucho menos peligrosos que los cigarrillos combustibles”, concluye Hyden.
Este artículo es una publicación original. Si encuentra algún error, inconsistencia o tiene información que pueda complementar el texto, comuníquese utilizando el formulario de contacto o por correo electrónico a redaccion@thevapingtoday.com.