La desconfianza ciudadana crece con la acusación a la Unión Europea de tergiversar la política antitabaco. En el corazón del asunto se encuentra un cuestionario de la Comisión Europea que forma parte de la evaluación del marco legislativo de lucha contra el tabaco. Este instrumento, que debería servir para recoger la opinión de los ciudadanos, ha sido objeto de críticas severas y denuncias formales.
Ha ocurrido un hecho de relevancia crítica para la salud pública y la democracia participativa en el seno de la Unión Europea (UE). En la primavera pasada, la UE llevó a cabo una consulta pública en relación con su política antitabaco, buscando la opinión de la ciudadanía sobre esta cuestión de vital importancia para la salud pública. Sin embargo, esta iniciativa, lejos de ser un ejercicio transparente y neutral, ha estado plagada de críticas y acusaciones de sesgo.
Las críticas
Markus Lindblad, portavoz del grupo Haypp, ha denunciado que el cuestionario está “extremadamente sesgado” y no ofrece a los ciudadanos una oportunidad justa para expresar sus puntos de vista. Esta situación es particularmente preocupante si consideramos que esta encuesta es la última oportunidad para la población de hacer oír su voz antes de que la Comisión Europea presente sus propuestas de revisión de la Directiva de Productos del Tabaco (TPD).
«Es casi imposible responder sin que pueda ser malinterpretado de cualquier manera. El formulario no ofrece a los ciudadanos una oportunidad justa de expresar sus opiniones. Se siente muy manipulado con un claro sesgo».
«Las preguntas relacionadas con los nuevos productos de nicotina están lejos de ser neutrales. Simplemente se afirma que los nuevos productos de nicotina son «una amenaza para la salud pública» y luego se pregunta CÓMO la regulación debe contrarrestar «la amenaza», no si incluso se percibe como una amenaza o si la legislación actual funciona bien. Inventar «una amenaza» de esta manera y denominarla como un hecho indiscutible es una clara señal de propaganda», dice Markus. «Me gustaría decir que es casi imposible responder sin que pueda ser malinterpretado de cualquier manera. El formulario no ofrece a los ciudadanos una oportunidad justa de expresar sus opiniones. Se siente muy manipulado con un claro sesgo. (…) Se convierte en pura propaganda política para impulsar una legislación más estricta».
La participación en esta consulta ha sido sorprendentemente baja, con menos de 10.000 respuestas, en comparación con los más de 24.000 europeos que participaron en la etapa anterior. Esto lleva a los cuestionamientos de la representatividad y la legitimidad de la Comisión en este proceso crucial.
El grupo Haypp, vendedor en línea de productos de nicotina sin humo, ha señalado que el cuestionario confunde de manera abusiva los cigarrillos con productos de riesgo reducido, como las bolsas de nicotina. Las preguntas están formuladas de tal manera que presuponen ciertos argumentos y pueden manipular las creencias y actitudes de los participantes.
La Comisión Europea ha optado por permanecer en silencio y, hasta la publicación de este artículo, no ha respondido a las preguntas sobre cómo se manejará esta denuncia. Por otro lado, la Oficina del Defensor del Pueblo Europeo ha explicado el procedimiento para presentar una queja, pero ha aclarado que no puede intervenir en una consulta en curso.
El problema de fondo
Más allá de las críticas al cuestionario, este incidente pone de manifiesto problemas más amplios relacionados con la transparencia y la integridad en el proceso de formulación de políticas de la Unión Europea.
«El papel de la Comisión no es imponer un dogma ni silenciar a los defensores de la reducción de riesgos. Debería centrarse en su misión de crear las condiciones más favorables para una toma de decisiones sensata para la población europea».
Philippe Poirson, periodista, activista por la reducción de daños y frecuente colaborador de The Vaping Today, es un ciudadano preocupado y crítico de la gestión de la Comisión Europea frente al problema del tabaquismo. Ha enviado su segunda carta de queja a la institución, denunciando las fallas en el proceso y exigiendo respuestas claras y soluciones efectivas.
Philippe señala que el cuestionario de la consulta estaba lejos de ser imparcial, presentando preguntas formuladas de manera que inducían respuestas específicas y no dejaban espacio para opiniones divergentes. Este sesgo, según Philippe, invalida los resultados de la consulta y cuestiona la legitimidad del informe que se está preparando con base en ella. «El papel de la Comisión no es imponer un dogma, ni silenciar a los defensores de la reducción de riesgos. Debería centrarse en su misión de crear las condiciones más favorables para una toma de decisiones sensata para la población europea», comenta.
La respuesta de la Comisión Europea a la primera carta de queja de Philippe, lejos de resolver las dudas y preocupaciones planteadas, fue tildada por el remitente como «extremadamente decepcionante». En su respuesta, la Comisión defendió la neutralidad del cuestionario y reafirmó su postura sobre los riesgos del consumo de nicotina, una postura que Philippe critica por ser dogmática y no basarse en evidencias científicas.
Philippe pone en tela de juicio la afirmación de la Comisión de que no existen niveles seguros de consumo de nicotina, argumentando que hay evidencia científica que demuestra lo contrario. Cita estudios que vinculan el consumo de nicotina con una reducción en los riesgos de padecer la enfermedad de Parkinson y destaca el hecho de que productos con nicotina, como los parches y chicles, están disponibles para la venta en toda la Unión Europea.
La carta también critica la paupérrima interpretación que la Comisión ha hecho del informe del comité científico SCHEER, acusando a la institución de tergiversar las conclusiones y de ignorar la necesidad de evaluar la reducción de riesgos que el vapeo puede ofrecer en comparación con el tabaquismo.
Philippe no se detiene ahí y va más allá, sugiriendo que la Comisión ha recibido influencia de intereses externos, incluidos los países productores de tabaco (Alemania y Polonia) y ciertas organizaciones financiadas por oligarcas con intereses en la industria. Destaca la necesidad de que la Comisión adopte un enfoque de «mejor regulación» y se aleje del dogmatismo, permitiendo un debate abierto y basado en evidencias.
La carta de Poirson a la Comisión Europea destapa las debilidades en el proceso de consulta pública sobre la política antitabaco y llama a la reflexión sobre la necesidad de adoptar un enfoque más equilibrado, basado en la evidencia y libre de influencias externas. La salud pública está en juego y es imperativo que las decisiones se tomen con la máxima objetividad y transparencia, poniendo siempre en primer lugar el bienestar de la ciudadanía europea.
El impacto (siempre negativo) de las encuestas sesgadas
Los ciudadanos europeos están preocupados. En una época en que las tecnologías han facilitado el intercambio de información y han hecho posible la participación pública activa, las consultas y encuestas son herramientas esenciales para guiar las decisiones regulatorias. Sin embargo, un método sutil, pero potencialmente perturbador, ha ido ganando terreno: el uso de preguntas sesgadas. Este método no solo puede dirigir respuestas, sino moldear políticas enteras, a menudo con consecuencias dañinas y duraderas.
El diseño de las preguntas en las consultas públicas requiere precisión e imparcialidad. Sin embargo, algunas entidades reguladoras u organizaciones, en su búsqueda de resultados que respalden una agenda específica, pueden formular preguntas de manera sesgada. Y ese parece ser el caso concreto de la consulta emitida por la Comisión Europea.
¿Por qué esto es tan problemático? En primer lugar, las preguntas sesgadas tienen el poder de manipular la opinión pública. Pueden estructurarse hábilmente para resaltar (o crear) aspectos negativos o incluso ocultar los positivos. Un ejemplo clásico sería: «¿Está preocupado por el alarmante número de problemas de salud causados por los cigarrillos electrónicos?». Tal pregunta ya lleva consigo una predisposición, induciendo una visión negativa sobre el tema en discusión.
Además de la manipulación, la desinformación es una consecuencia inevitable. Al basarse en premisas falsas o exageradas, las preguntas pueden llevar al público a creer en información que no es completamente precisa. Cuando las respuestas están influenciadas por tales premisas, la integridad de los resultados queda comprometida. Esta aproximación sesgada puede tener repercusiones significativas en la política regulatoria. Si una encuesta indica que la mayoría está preocupada por un problema en particular (la epidemia del vapeo entre menores de edad, por ejemplo), incluso si esa preocupación ha sido influenciada por una formulación de pregunta sesgada, tal resultado puede ser utilizado como base para endurecer las regulaciones.
Por otro lado, el hecho de descubrir el uso de tales tácticas también puede ser contraproducente, al desencadenar cuestionamientos sobre la legitimidad del proceso de consulta o encuesta, generando dudas no solo frente a la entidad organizadora, sino a la validez de las propias regulaciones. La ola de desconfianza que surge de preguntas mal formuladas (o sesgadas) puede resonar durante años. El público, cada vez más predispuesto a la absorción acrítica de información, puede volverse escéptico con respecto a futuras consultas o encuestas, cuestionando continuamente la integridad de políticas basadas en resultados que perciben como sesgados. En otras palabras, mientras las consultas públicas desempeñen un papel vital en la formulación de políticas, la integridad del proceso es crucial.
La Comisión Europea, como cualquier otra institución, enfrenta el desafío de equilibrar diferentes intereses y prioridades en un continente diverso. Las decisiones y acciones que toma pueden no satisfacer a todos y las críticas son una parte inevitable de su función. Sin embargo, es esencial que las instituciones como la Comisión sean conscientes de la importancia de la transparencia y la comunicación precisa y veraz con los ciudadanos para mantener la confianza y la credibilidad de sus acciones.
Desafortunadamente, la Comisión Europea hace que la confianza en su autoridad se tambalee fácilmente, ignorando que la transparencia y la precisión son más valiosas que nunca.
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