Durante el Foro Global sobre Nicotina, el “Keynote 2: Contradicciones en el debate sobre la salud en torno al vapeo, con Mark Tyndall” contó con la presencia de Mark Oates y Katarzyna Kowalczyk como anfitriona. Se discutió el carácter liberador de la ética del cuidado que representa el paradigma de la reducción de daños y las consecuencias de su adopción.
El camino que ha seguido el vapeo avanza en una delgada línea entre su verdadera utilidad como herramienta placentera para la cesación tabáquica y la lucha irracional contra la desinformación. Desde hace veinte años, diversos gobiernos y órganos internacionales de control, de espaldas a la ciencia y su aplicabilidad, la tecnología, han tomado medidas desproporcionadas y a la ligera sobre los cigarrillos electrónicos.
Tanto la prohibición como la restricción desproporcionada o la incomprensión que genera políticas equivocadas acarrea consecuencias directas sobre el sistema de salud pública. En su participación en el GFN, el Dr. Mark Tyndall, especialista en enfermedades infecciosas, epidemiólogo y médico de salud pública con un enfoque en la salud urbana, el uso de drogas y la reducción de daños, ha llamado la atención sobre lo que implica el vapeo en términos de justicia social y del derecho a la salud como un derecho humano.
La violencia escondida
“Más del 80 % de los portadores de VIH tiene la oportunidad de acceder a un tratamiento, mientras menos del 1 % de los fumadores a nivel global accede a una terapia oportuna para su tabaquismo. Esto se puede considerar como ‘violencia estructural”.
La ‘violencia estructural’ es un concepto formulado por el sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, quien se refiere al conflicto entre dos o más grupos de una sociedad donde “el reparto, acceso o posibilidad de uso de los recursos es resuelto sistemáticamente a favor de alguna de las partes y en perjuicio de las demás”. Es decir, habla de la existencia de determinadas normas sociales que benefician a ciertos grupos (en general con más poder económico) mientras afectan negativamente a otros (usualmente aquellos con algún tipo de vulnerabilidad o desventaja económica).
El Dr. Tyndall, quien además fue director del Centro para el Control de Enfermedades de la Columbia Británica (BCCDC), ha defendido la ampliación del uso del vapeo como respuesta para reducir los daños asociados con el consumo de tabaco, que se relacionan también con la injusticia social y la estigmatización.
“En México la prohibición es una muy mala idea; estoy casi seguro de que los cárteles ahora mismo están manufacturando e-líquidos y vapeadores defectuosos. Qué oportunidad. Comparado con la relativamente limitada clientela para la cocaína y la heroína, el potencial para la nicotina ilegal parece ser infinito”, menciona el Dr. Tyndall. Para él ha sido evidente la reacción en otros países donde el vapeo ha sido prohibido, pues ha surgido un mercado negro peligroso y desconocido, así como también la persecución y humillación de los usuarios de nicotina. Sin embargo, recuerda que una regulación farmacológica de esta industria derivaría en el fracaso de la reducción de daños, pues esta debe ser de fácil acceso y garantizada a toda la población fumadora.
Malas regulaciones
Mark Oates, director de We Vape y Snus Users Association, reconoce que los gobiernos tienen la capacidad de comprender la eficiencia y eficacia del vapeo para reducir el tabaquismo, pero no consiguen aceptar o discernir el paradigma de la reducción de daños. Oates, quien también ha trabajado en la exitosa campaña de 2018 para legalizar el cannabis medicinal en el Reino Unido, aboga por la reducción de daños basada en evidencia en una variedad de áreas, desde el tabaco hasta la política de drogas, y es uno de los responsables de enviar pruebas en el caso del ECJ (European Court of Justice) de 2018 para anular la prohibición del snus en la Unión Europea.
“El gobierno entiende que el vapeo reduce los índices de consumo de tabaco, lo que no asimila es por qué el vapeo los reduce, lo cual es la filosofía de la reducción de daños. Sin embargo, este modelo no es posible actualmente sobre países de bajos y medios ingresos, debido a que, contrariamente al Reino Unido, el vapeo es mucho más costoso que fumar”. Esto produce una segregación tácita en el acceso a estas tecnologías, subyugando al fumador, quien, ya golpeado por los altísimos índices de impuestos, debe buscar opciones del mercado negro para satisfacer su consumo, poniendo en riesgo su vida.
Los fumadores no solamente se ven intimidados por sus gobiernos, sino también por una estrategia de humillación social y deshumanización cultural por ser usuarios de cigarrillo. Se olvida que en la inmensa mayoría de los casos no necesitan ser tratados como enfermos, como pacientes:
“Si tratamos de medicalizar completamente la reducción de daños estaríamos perdiendo la ruta. Creo que hay muy poca positividad a favor de usar el estigma social [como una herramienta para detener a las personas por fumar], dice Tyndall. La gente tiene un más grande potencial para lograr dejar de fumar cuando se sienten positivos sobre ellos mismos. Apenas veo espacio para un enfoque no compasivo de este tema. Avergonzar a las personas no las hará cambiar. Esta estrategia no deja más que un estigma en la sociedad e invita a los no fumadores a sentirse superiores y tener así poder sobre los fumadores y sus decisiones, lo que ha dado lugar a que organizaciones mundiales decidan sobre los derechos de este grupo sin ofrecer alternativas realmente efectivas y seguras para cesar el tabaquismo. Nosotros necesitamos un ‘buffet’ de opciones para el consumo seguro de nicotina si queremos alcanzar la meta de reducir vastamente el mayor asesino sobre la tierra”.
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