Antonella Marty, del Consumer Choice Center, reivindica el derecho de los consumidores a elegir y explica por qué las prohibiciones no funcionan.
Los gobiernos alrededor del mundo continúan declarando guerras sin fundamentos, ilógicas y que terminan causando graves daños a los individuos de la sociedad. Una de estas guerras es la poco conocida pero extremadamente padecida “guerra contra las drogas”, iniciada en los años setenta y continuada por prolongadas administraciones de los Estados Unidos con la finalidad de perseguir la producción, el consumo y el comercio de ciertas sustancias psicoactivas, generando con ello un caos de narcoviolencia a lo largo de América Latina (un proceso similar al que se vio en Estados Unidos en los años veinte, tras la famosa “Ley Seca” o la prohibición del alcohol, que desencadenó en la aparición de personalidades como Al Capone, mafias y violencia).
La prohibición del alcohol en los Estados Unidos fue un completo desastre que condujo a un mayor consumo de alcohol, un consumo no seguro, y generó enormes cárteles. La guerra contra las drogas en todo el mundo es un completo fracaso y en muchos casos resultó en políticas contraproducentes. Restringir o incluso prohibir la nicotina para adultos impulsará las actividades del mercado negro y, al mismo tiempo, aumentará el consumo de productos ya prohibidos.
Sigamos los ejemplos de política pública que han dado buenos resultados, como es el caso de Portugal, un país que ha despenalizado todas las drogas y en los últimos veinte años incluso ha reducido los niveles de consumo, llegando a ser uno de los países de la Unión Europea con menor consumo de drogas como la heroína.
La equivocada guerra contra la nicotina
Este detalle trae a colación el informe publicado recientemente por el Consumer Choice Center y la World Vapers’ Alliance, donde hacen énfasis en la declarada guerra contra la nicotina, señalando que hay razones empíricas para acabar con dicha guerra. Durante décadas, la nicotina ha sido sinónimo de fumar. Esto hizo que la mayoría de la gente creyera que la nicotina per se es la razón principal de los efectos negativos para la salud causados por fumar. Si bien está claro que la mayoría de las personas no deberían comenzar a consumir nicotina si aún no lo hacen, es hora de evaluar la nicotina de manera total.
Como todas las guerras contra todo tipo de sustancias, esta guerra contra la nicotina ignora la evidencia científica. El Servicio Nacional de Salud Británico, que sigue un enfoque pragmático hacia el consumo de nicotina y el vapeo, afirma que “si bien la nicotina es la sustancia adictiva de los cigarrillos, es relativamente inofensiva. Casi todo el daño por fumar proviene de los miles de otros químicos en el humo del tabaco, muchos de los cuales son tóxicos”.
Los expertos están de acuerdo en que, a lo que al tabaquismo respecta, el enemigo es el humo y no la nicotina. Lo que debería llevarnos a preguntar: ¿cómo colaboramos a que las personas dejen de fumar?
Gobiernos nacionales o estatales a lo largo del mundo le han dado una respuesta (errónea y carente de respaldo científico) a dicha pregunta. ¿La solución? Pues prohibir los métodos alternativos para dejar de fumar, como por ejemplo el vapeo, que han ayudado a muchas personas a dejar el cigarrillo tradicional. Esto a pesar de que los datos muestran que los riesgos del vapeo y del tabaco son muy diferentes.
Así lo han hecho estados como Michigan y Massachusetts en los Estados Unidos, prohibiendo el acto de vapear o los productos de vapeo, mientras han dejado los cigarrillos tradicionales en venta libre. El problema aquí no es que “tampoco han prohibido el cigarrillo tradicional”, sino que le han quitado a los consumidores la capacidad de elegir un método alternativo que podría ayudarlos a dejar un producto que causa todavía mayores daños a la salud.
Cabe remarcar que esto no es una apología de las drogas, de la nicotina, del cigarrillo o de lo que fuera. Es, simplemente, como lo señaló el autor Thomas Szasz (1920-2012), “el derecho a consumir”.
En el informe titulado “War on Nicotine” se señalan seis razones por las cuales la guerra contra la nicotina debe terminar:
- La gente consume nicotina, pero fallece por fumar tabaco.
- La nicotina en parches y chicles no es un problema; tampoco debería serlo en una bolsa o un vaporizador.
- La adicción es compleja y no se resolverá combatiendo la nicotina.
- La nicotina tiene beneficios terapéuticos.
- La concepción errónea de la nicotina obstaculiza el progreso.
- La prohibición nunca funciona.
Gracias a la innovación, el consumo de nicotina puede por fin desvincularse de los efectos peligrosos del tabaquismo y, por tanto, ayudar a millones de fumadores a mejorar su salud. No obstante, la nicotina es demonizada. Lo mismo sucede con el vapeo, que, “como puede contener nicotina”, hay que prohibirlo. Entonces, ¿por qué los chicles y parches, que por cierto contienen nicotina, no son prohibidos?
¿Cuál es la solución?
El punto está en que no hay que prohibir, hay que permitir y respetar la plena libertad del consumidor y del que quiere buscar métodos alternativos como el vapeo para dejar de fumar, así como encabezar campañas desde organizaciones de la sociedad civil para ayudar a concientizar sobre los daños que causa a la salud el acto de fumar.
Como señala Vaping Today, “defendamos la reducción de daños para salvar vidas y opongámonos al paternalismo que priva a los consumidores de la posibilidad de elegir”.
Reducir el número de fumadores y permitirles cambiar de forma rápida y eficaz a una alternativa menos perjudicial debería ser una de las principales prioridades de los gobiernos y los organismos de salud pública de todo el mundo. Por este motivo, nos tocará seguir insistiendo en acabar con las incongruentes prohibiciones al vapeo y a cualquier otra alternativa que ayude a la gente. Menos prohibiciones, más soluciones.
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