En 2023, el vapeo en América Latina estará marcado por la incursión china, las intervenciones de la OMS y la insistencia del algunos sectores en el prohibicionismo.
Si bien han soplado aires de novedad y renovación política en el mapa latinoamericano, pocas personas podrían apostar por cambios radicales o medianamente profundos en el corto plazo. Bien sea con los espectros progresistas de la socialdemocracia con lecturas marxistas y la orientación al diálogo social de Lula en Brasil, Gustavo Petro en Colombia y Gabriel Boric en Chile, en lo que respecta a la reducción de daños por tabaquismo se espera que el panorama sociopolítico de la región siga sobrecargado con orientaciones políticas restrictivas y fuertes reacciones a las aperturas previstas por las propuestas normativas algo progresistas que circulan en el legislativo de estos y otros países de la región.
Quizás, en el contexto latinoamericano, Colombia y especialmente Chile serán los países que más se destaquen por los avanzados proyectos regulatorios que tienen en cuenta parte de los intereses de los consumidores de productos de nicotina más seguros y de toda una cadena socioeconómica que se ha desarrollado a lo largo de años marcados por la intransigencia de contextos políticos prohibicionistas, moralistas y de normalización de los mercados ilícitos.
La llegada de China
Tangencialmente, se espera que crezca la influencia político-económica de China en América del Sur (por ejemplo, el presidente electo de Brasil, Lula, ya manifestó su deseo de incluir a Argentina en el bloque de los BRICS, que incluye a Brasil, Rusia, India, China, y Sudáfrica). Si por un lado estos movimientos de aproximación permiten a China ocupar ciertos espacios en el ámbito político, especialmente en lo relacionado con el desarrollo económico, al mismo tiempo impulsan a la potencia predominante en la región, Estados Unidos, a aferrarse a su exitoso imperialismo moral y cultural.
Con la paulatina y creciente incursión china en la región, posiblemente veamos el comienzo de un choque en la trastienda política latinoamericana. China, que ya produce más del 90 % de los cigarrillos electrónicos que se utilizan en el mundo, apuesta por la expansión industrial (en una primera etapa en el vecindario, en la propia Asia) y tiene su foco en las exportaciones.
Dependiendo de los procesos políticos internos y del contexto mundial, en el transcurso del próximo año América Latina puede consolidarse como un escenario viable para las metas expansionistas chinas. La región, carente de inversiones, de opciones de desarrollo socioeconómico y con un gran potencial industrial y de mercado, podría ser una posibilidad atractiva para un país como China, que tiene la capacidad de diseñar políticas tanto de corto como de muy largo plazo, aportar inversiones significativas y sostenidas y promover políticas públicas pragmáticas que estimulan al sector en su conjunto, permitiendo acelerar tanto la innovación como la producción y el comercio exterior de productos de reducción de daños.
La fantasía de un potencial interés chino implicaría también un cambio en el escenario de los despachos de los tomadores de decisión. Las posturas cargadas de negacionismo científico y moralismo en el campo de la salud pública perderían espacio frente a la microeconomía y las necesidades básicas de la sociedad.
Algunas cosas nunca cambian
En cambio, lo que probablemente no va a cambiar en 2023 ni en los próximos años, y seguramente se incrementará, es la presión e injerencia de organizaciones como CTFK, Vital Strategies y sus pares locales —bien orientados y bien financiados— sobre las autoridades para instaurar restricciones severas o mantener la prohibición de alternativas más seguras para el consumo de nicotina.
El próximo año seguramente también estará marcado por el espectro de la Conferencia de las Partes (COP) del CMCT/OMS, a fin de año, en Ciudad de Panamá. Delegaciones de más de 180 países y organizaciones internacionales y no gubernamentales (elegidas cuidadosamente) se reunirán en secreto para decidir el futuro de millones de personas que han dejado de fumar gracias al vapeo.
Hay fuertes indicios de que pueden establecer severas restricciones y prohibiciones contra el vapeo, además de ir contra la corriente de paradigmas respetados en la democracia al descartar la participación de la prensa y la ciudadanía, seleccionando a sus observadores y negando el conocimiento de las bases que sustentan las decisiones que impactan a miles de ciudadanos de 180 países, bajo el argumento de una supuesta amenaza de injerencia de la industria tabacalera.
Aunque en un cambio de ciclo como el que representa el año nuevo se renuevan esperanzas y se reagrupan fuerzas, no se puede luchar contra la realidad y, lamentablemente, 2023 seguirá marcado por la idea de que es necesario prohibir para resolver los problemas. La prohibición se ha convertido en una forma predominante de hacer políticas públicas en el ámbito de cualquier sustancia psicoactiva. En el caso del vapeo esta se nutre de la satanización de la nicotina, que adquiere toques de fundamentalismo, de la desinformación en los principales medios de comunicación y la captación masiva de información en las redes sociales, del macartismo en el campo de la salud, la negación de la ciencia y el rechazo a la voz de la sociedad civil.
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