Tras más de dos décadas de liderar la lucha científica contra el tabaquismo, el Grupo Cochrane de Adicción al Tabaco enfrenta una crisis que podría acabar con su trabajo crucial. El retiro de su principal fuente de financiamiento deja en el aire su futuro y, de paso, el de la investigación que salva vidas y combate una de las principales amenazas a la salud pública.
El Cochrane Tobacco Addiction Group (CTAG), desde su fundación en 1996, ha sido una referencia indiscutible en la revisión sistemática de datos sobre intervenciones para prevenir y tratar la adicción al tabaco. Bajo la sombrilla de la organización Cochrane, respetada por su rigor científico en todo el mundo, el CTAG aportó pruebas incontestables y desafió prejuicios al construir un cuerpo de conocimiento que ha moldeado políticas de salud pública de alcance global.
Sin embargo, lo que parecía una trayectoria inquebrantable ha llegado a un punto crítico. En agosto de 2021, el Instituto Nacional para la Investigación en Salud del Reino Unido anunció que retiraría su financiamiento a los Grupos de Revisión Cochrane, incluyendo el CTAG, a partir de marzo de 2023, y así lo cumplió. Esta decisión pone fin a una etapa crucial para el CTAG, dejando en riesgo el trabajo de uno de los pocos grupos que ha combatido el tabaquismo desde una perspectiva científica independiente y libre de influencias comerciales.
El último acto de resistencia del CTAG fue la publicación de una síntesis final, un compendio de las 14 revisiones realizadas entre 2021 y 2023. Firmado por Livingstone-Banks, Lindson y Hartmann-Boyce, el documento no solo es un análisis de los avances en la investigación sobre la adicción al tabaco, sino también un testimonio del trabajo incansable de un equipo que, durante más de dos décadas, ha luchado por entender y combatir una de las principales causas de muerte en el mundo.
La ciencia, que debería ser un bien común, se ve forzada a navegar entre las corrientes del capital, una realidad que amenaza con desmantelar progresos imprescindibles.
Una amenaza para la investigación
Con la reciente centralización del financiamiento dentro de la organización Cochrane, los once miembros del grupo deberán ahora competir por fondos que les permitan continuar su labor.
El reconocimiento implícito de esta realidad ya se ha dejado entrever en sus últimas publicaciones, donde agradecen con vehemencia a los fundadores del CTAG: «Sin ellos, probablemente no estaríamos aquí escribiendo esta actualización». Una frase que revela la precariedad de un trabajo científico vital que, pese a su impacto, sigue dependiendo de una financiación frágil y contingente.
Esta situación no es solo una amenaza para el CTAG, sino una señal de alarma para la ciencia en general. La falta de apoyo económico para investigaciones que inciden directamente en la salud global pone de relieve las tensiones entre la necesidad de generar conocimiento y las dificultades estructurales para sostenerlo en un contexto donde los intereses económicos pueden sofocar la investigación independiente. La ciencia, que debería ser un bien común, se ve forzada a navegar entre las corrientes del capital, una realidad que amenaza con desmantelar progresos imprescindibles.
En un mundo donde el tabaquismo sigue cobrando millones de vidas cada año, la continuidad de investigaciones rigurosas como las del CTAG no debería estar sujeta a luchas económicas. Más bien, debería ser una responsabilidad compartida, una prioridad global que ponga la salud pública por encima de cualquier cálculo financiero.
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